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Aunque la pérdida de audición es muy común, muchas personas no logran separar la realidad de la ficción.

Mito: la pérdida de audición solo afecta a adultos mayores.

Hecho: Se calcula que 48 millones de personas viven con pérdida de audición en EE.UU., y aproximadamente dos tercios son menores de 65 años. Un estudio realizado en 2010 por el Journal of the American Medical Association en el que se examinaba un amplio conjunto de datos de la población estadounidense reveló que 1 de cada 5 niños de entre 12 y 19 años mostraba algún signo de pérdida auditiva en uno o ambos oídos. La Organización Mundial de la Salud ha advertido de que 1,100 millones de adolescentes y adultos jóvenes corren el riesgo de sufrir una pérdida de audición “debido al uso inseguro de dispositivos de audio personales, incluidos los teléfonos inteligentes, y a la exposición a niveles de sonido perjudiciales en sitios recreativos ruidosos como clubes nocturnos, bares y eventos deportivos.”


Mito: la pérdida de audición no afecta al resto de mi salud.

Hecho: Una pérdida de audición no tratada aumenta el riesgo de sufrir deterioro cognitivo, demencia, caídas, aislamiento social y depresión. Se teoriza que la “carga cognitiva” del cerebro puede restarle recursos que utiliza para otras funciones, como la memoria a corto plazo. Los investigadores han observado que el tratamiento de la pérdida de audición, por ejemplo, con audífonos, puede invertir o incluso prevenir algunas de estas afecciones. 


Mito: los aparatos auditivos son como lentes o gafas.

Hecho: Cuando uno se pone un par de lentes, la visión puede corregirse instantáneamente a 20/20. Esto no ocurre con la audición, ya que el cerebro necesita tiempo para ajustarse al sonido que llega a través del aparato. Dado que el audiograma de cada persona es único, con diferencias en la capacidad de oír distintas frecuencias, el aparato debe programarse según la capacidad auditiva del paciente, y el ajuste puede requerir repetidas visitas al audiólogo o al proveedor de servicios sanitarios de audición. Incluso los aparatos auditivos más avanzados no restablecen la audición al 100%, y pueden necesitar un entrenamiento auditivo para ayudar al cerebro a procesar los sonidos. Para los lentes no es necesario un entrenamiento.


Mito: la pérdida de audición es inevitable, sobre todo con la edad, y no puede prevenirse.

Hecho: La pérdida de audición tiene muchas causas, como la genética, ciertos medicamentos y la exposición a ruidos fuertes. El tabaquismo y la diabetes también pueden provocar deficiencias auditivas. Al igual que los daños en la piel causados por la exposición al sol, el efecto acumulativo de las sociedades ruidosas de hoy en día ha provocado una mayor incidencia de la pérdida de audición que se hace cada vez más evidente a lo largo de la vida, es decir, en los adultos mayores. La exposición al ruido es la causa más prevenible de pérdida auditiva.


Mito: no necesito aparatos auditivos porque mi audición es bastante buena.

Hecho: Cuando se tiene una pérdida auditiva en algunas frecuencias y no en otras, es más fácil descartarla como algo sin importancia. Incluso una pérdida auditiva leve puede afectar negativamente a sus capacidades cognitivas, su trabajo, su hogar y su vida social. Por suerte, la neuroplasticidad del cerebro hace que el tratamiento de la pérdida auditiva permita al cerebro volver a aprender a oír. El uso adecuado de aparatos auditivos está relacionado con la mejora de la perspectiva, el estado de ánimo, la movilidad, la independencia, la comunicación y la interacción social.


Parte de este contenido se publicó originalmente en la edición de primavera 2016 de revistas Hearing Health.


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A unique and separate sound processing strategy can be applied to optimize the wearer’s voice without affecting amplification for all the other voices and sounds. Everything—the wearer’s own voice and other sounds—can be perceived as more natural and pleasant to the patient.

I have high frequency hearing loss, so the higher pitch the sound, the less I can hear it. Then some less exciting realizations came to me – like how those whispered conversations probably weren’t that quiet, my laugh really is that loud, and those toots may not have been silent.

75% of U.S. adults use some sort of vision correction, highlighting he stark differences in how society treats hearing loss versus a similar disability like vision loss.